LA MACHINE À HABITER[1]
La villa Saboya en Poissy (Le Corbusier, 1929) ejemplificará y militará como el
mejor testimonio construido de los Cinco
Puntos de la Nueva Arquitectura enunciado 3 años antes por el propio LC. 65 años más adelante Rem Koolhaas reinterpretará dicho diagrama (formal,
programático, político…) en una colina a las afueras de Burdeos de la siguiente
manera:
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En
ambas casas la narración es de abajo hacia arriba. La planta baja Corbuseriana
trata de desaparecer mediante tres estrategias; la primera consiste en
retrasar el plano de la fachada del perímetro real de la casa. La segunda
consiste en decorar[2]
(literalmente, porque su origen es blanco) la superficie de la fachada pintándola
de verde oscuro. La tercera pasa por oponerse a su naturaleza geométrica
mediante la curva. Únicamente los telegráficos pilares blancos testimonian su
razón estructural. La
planta baja Koolhaasiana también finge no estar mediante estrategias
equiparables; la primera consiste en desencajar la planta baja de la superior
(desplazando tres de sus fachadas) y desmaterializar dicho plano de cerramiento
(retrasándola perceptivamente hasta sus elementos interiores) mediante un
vidrio casi sin carpintería. La segunda también es decorativa exhibiendo
suntuosos cortinajes o cilindros de metal cromado. La tercera es mimética a la
del maestro suizo; el cilindro que aloja la escalera de caracol enfrenta su
naturaleza circular a la hegemonía ortogonal. La notable presencia estructural
se pervierte para subrayar la capacidad de la arquitectura (constructivista) de
superar la ley de la gravedad.
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La
primera planta representa la perfección simbólica del cuadrado, el triunfo de
la razón y su epítome volumétrico mediante fenetres
en longeur canónicas. La militancia del LC de los 5 Puntos le obliga a
hacer mirar a la casa exactamente de la misma forma en sus cuatro fachadas. Las
estancias se reparten racionalmente en el lienzo en blanco del cuadrado. La otra primera planta también
representa se contamina con un racionalismo estructural de raigambre francés
(desde Laugier hasta Prouvé) deformado, sin embargo, para atender al programa y
a las distintas solicitaciones (su tensión la denota el gran ojo orientado a Sureste).
Los huecos escogidos serán también repetitivos (en este caso circulares) pero
su lógica será dinámica, relativa o reveladora[3]. Las estancias reproducen, aunque con intensidad
hedonista, el pragmatismo demandado por
el uso.
-
La
última planta del recorrido (en este caso la segunda) se centrará en no
perturbar la lectura nítida del volumen mediante lecciones ya aprendidas como
retrasar el plano de la fachada y emplear geometrías disonantes de curvas
libres. El uso como atalaya es prácticamente exclusivo. La concepción de la última planta
en Burdeos (por debajo de la cota de acceso en este caso, la peculiar topografía
fuerza a modificar el orden de los estratos - véase la posición
relativa de los pilotis en el edificio de apartamentos en Argel de LC en 1933[4]) es un
reflejo curvilíneo de su predecesora. Incluso el muro de contención, seducido
por la voluptuosa geometría libre, se pliega y adelanta igualando la quebrada
fachada Corbuseriana. La especie de semicírculo para acceso de coches no hace
más que reforzar dicho tributo.
Y de la promenade architecturale con la rampa/plataforma, mejor no hablemos
[1] “Une maison est une machine-à-habiter”, LE CORBUSIER, Vers une Architecture, 1923
[2] Atendiendo a la 1ª acepción de la
RAE: Adornar, hermosear una cosa, o un
sitio
[3] OMA-REM
KOOLHAAS (1996-2006), El Croquis Editorial, 2006, Madrid
[4] BOESIGER, Willy, Le Corbusier, Editorial Gustavo Gili, 1995, Barcelona
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